jueves, 9 de agosto de 2007

El insoportable peso de las mochilas

A la mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una selva oscura, por haberme desviado del camino recto.
Por supuesto que habiéndolo escrito, a sus cuarenta y pico, alguien que vivió algo más de cincuenta años, la perspectiva es, al menos, cuestionable.
Pero hoy vivimos en una época en la que si bien veinte años no son nada, treinta, peor que nada, son un sendero indigno hacia un destino ignoto, una selva oscura apartada del camino recto… caramba… quién lo hubiera dicho.
Aparentemente, no conocer el destino, ni el camino, ni siquiera algunos de los compañeros de viaje, es una buena señal, cuando no una ventaja. Eso dicen. ¡Ay de mí, que me espanto tan sólo percibiendo el contenido de mi mochila! Y si el peso que cargamos a cuestas no estuviera correctamente balanceado (nunca lo está), podríamos incurrir en el error por inclinación, dejando ya de ser libres de nuestras elecciones, para caer cada vez en los mismos senderos, harto conocidos, y no por ello más decorosos.
¿Qué hacer, entonces, ante una encrucijada donde lo que conocemos no es ya la fuente de seguridad que nos hace avanzar, sino el peso que nos inclina hacia el mismo atajo equivocado que nos echó a patadas nuevamente al camino?
¿Seguimos saliendo? ¿Para encontrar a alguien y así poder dejar de salir? ¿Nos habremos perdido algo?
Quizás fuera cierto eso de que no es el destino sino el camino, tal vez debería estar disfrutando tan sólo de un buen jueves, de la cereza del Old Fashioned, de que pasen el mismo tema que yo hubiera elegido en el momento exacto, de ese muchacho de ojos pispiretos que me mira desde la mesa de enfrente… estoy derrapando… ¿qué decía? Ah, si, si nos habremos perdido algo. Definitivamente.
Hace un rato volvía de comer con una amiga que me dijo algo tan cursi como certero: el problema es que creés en el amor. ¡Ay de mí, el espanto que nos une, las mochilas y los caminos, rectos y curvos! Quisiera aseverar que es mentira, que soy una cínica cool del nuevo milenio que sólo cree en dejarse llevar, en las velas aromáticas y las milanesas de soja. Pero tengo que admitir, no con poca pavura, que las velas aromáticas me dan tos, que la milanesa de soja como monoalimento es practiquísima, pero no me hace la mitad de feliz que una bondiola (la Sociedad Argentina de Cardiología nunca me abrirá sus puertas, pero ¿quién los necesita?), y que creo que la expresión “dejarse llevar” la inventó algún promiscuo en sus veintes que no tenía idea de lo que se le iba a venir.
Creo en las expectativas. Creo firmemente en las mariposas en la panza, y confío en ellas al punto de abandonar el orgullo y hacer la llamada que no debería haber hecho, esa que convirtió las mariposas en pirañas, y me trajo directamente a la computadora a escribir. Sé que me iría mejor si confiara menos en las mariposas y más en mis amigas, que me aconsejan sensateces. Y no sé mucho más que eso.
Si pocas cosas son ciertas, una es que treinta años no es el momento para andar disfrazando las expectativas. Pero tampoco son tiempos para dejarse apurar por la propia mochila. Quizás sean tiempos para guiarse por las dos o tres cosas que podemos dar por ciertas, las que deseamos, las que nos mueven, y poner en duda todo lo demás, los miedos, las inconsistencias, que nos pesan y abruman.
Debería tener una buena conclusión para este informe divague. Pero es jueves, y todavía queda el fin de semana, con sus expectativas y sus mariposas.
Carito 10.08.07

Románticos vs. Cínicos

Un tipo increíblemente estúpido me dijo algo increíblemente inteligente, lo cual se explica porque no era un concepto nacido de la maraña de pavadas y caspa que tenía en la cabeza, sino algo que había leído. “De los conceptos increíblemente inteligentes que expresa la gente increíblemente estúpida” podría ser el título de un volumen que yo leería con gusto, si existiera, claro. Como no conozco tal cosa, me dedico a escribir en un blog. En fin, divago.
Lo que me dijo este fulano fue que la única forma de salvar a alguien es salvándote a vos mismo. Si no es posible de este modo, quiere decir que esa persona no tiene salvación. ¿Por qué encuentro tan grandiosa esta idea? Bueno, en principio, soy una chica que no ha estado precisamente guardada en una cajita de cristal todos estos años, que ya son un par, y tengo en mi haber un prontuario de ex parejas, y otras cosas que son menos que parejas, que no podría enumerar, no por vergüenza, sino porque simplemente ya no puedo. En segundo lugar, porque de este vasto prontuario, no todas las historias han terminado, digamos, bien, de hecho, algunas han acabado de muy mala manera.
¿Qué tiene que ver esto con la frase?
No te adelantes, pequeño saltamontes. Uno podría decir que después de una cierta cantidad de años, y una cierta cantidad de parejas, y de otras cosas que son menos que parejas, se corre el riesgo de quedar solo y sin nada. Para los/as que estén pensando que uno nunca se queda sin amor, porque así como da, recibe, tengo un par de tipos para presentarles, que no sólo no valoran lo que reciben, sino que además, no dan nada, de nada, de nada. Mayormente médicos, si es que están interesadas/os. Así que ese argumento se cae solo.
¿Y que hacemos entonces? ¿Pedimos helado y nos sumergimos en el pozo, ese amigo del alma? Bueno, corríjanme si me equivoco, pero cuando uno se enamora, siente que es capaz de hacer cualquier cosa por el otro. Quizás no sea capaz de cederle un cajón del placard para guardar su ropa, o aprender a cocinar; pero sí de las grandes hazañas de las novelas, como enfrentarse a todo tipo de calamidades y horrores, vencer obstáculos y monstruosidades, y hasta de hablar en público, o subir a un avión. O sea, que uno sería capaz de hacer la cosa heroica y salvar al otro. Y eso quiere decir que es capaz de salvarse a sí mismo.
Si después de una serie de infortunios o fortunios, lo mismo da, uno se encontrara solo, no debería olvidar que esa grandeza de novela y esa capacidad de salvarse a sí mismo y a otros, no se ha perdido, es más probable que se haya incrementado y madurado con el tiempo. Lo que quiero decir, y sé que voy a caer en toda clase de cursilerías, y que los cínicos del mundo no me lo van a perdonar, pero también, que hay gente ahí afuera que necesita que le digan esto –cínicos incluidos-, es que uno nunca sale perdiendo realmente. Que todo lo que das no deja de ser tuyo. No sólo eso, sino que es de lo que estás hecho. No poca cosa.
Así que salgan, esta noche, y todas las noches, elijan mal, enfrenten la calamidad, venzan al monstruo, arriésguenlo todo, hagan la cosa más estúpida posible: enamórense. Y sálvense.
Carito 30.06.06

Solteros vs. casados

"La explicación de la amiga, a la saga del encuentro amoroso por las noches, es: salimos para encontrar a alguien y así dejar de salir."
Lorenauit
Es cierto, Lorenauit, salimos para encontrar a alguien y así poder dejar de salir. Tan crudo como eso. A veces nos mentimos, y nos damos toda suerte de explicaciones mucho más bonitas, pero al final del día, estamos buscando a esa persona que nos saque de la jungla. Lo paradójico es que allí es a donde salimos a buscarlo.
Un profesor de la facultad nos había contado acerca de Willie Sutton, un ladrón de bancos que, luego de haber sido perseguido durante muchos años, le contestó al periodista que estúpidamente le preguntó, mientras se lo llevaban, porqué siempre robaba bancos: “ahí es donde está el dinero”. Supongo que salimos a la jungla, a pesar de que suele volverse insoportable, porque creemos que ahí tenemos una mayor probabilidad de encontrar lo que buscamos. Somos ateos que creen muy firmemente que dios no existe.
Anoche tuve el cumpleaños de una amiga. Cumplió la misma edad que el año pasado, y el resto de mis amigas están de acuerdo en mentir la edad todas juntas para que suene más creíble, ya que fuimos compañeras de división. Para la coquetería, somos fundamentalistas.
Y ahí estábamos, festejando en un bar que ya es casi como una prolongación del living de mi casa, lo que da la seguridad de jugar de local. Todo el mundo tiene su templo preferido. Me senté, metí la panza para adentro, acomodé la remera, chequeé mi escote, prendí un cigarrillo y pedí una cerveza. Somos muy respetuosos de los rituales.
Unos cuantos tragos después, la agasajada cumplía con el ritual de “y vos a qué te dedicás” con el que alguna vez había sido el pibe más lindo del colegio, que a esta altura ya era más bien como uno de esos premios a la trayectoria, pero para ella el trofeo debía seguir siendo válido, porque terminaron besándose en un sillón, tal como en aquellas épocas del secundario.
Mientras tanto, mi otra amiga y su novio insistían para que me arrojara en brazos de los amigos del muchacho. Traté de explicar que no estaba interesada, pero estaban muy determinados. Y eso disparó las preguntas que me lleva a escribir en este momento: ¿Por qué los que están de novios se vuelven proselitistas? ¿Los que no lo estamos, somos alguna clase de amenaza para ellos? ¿Es la noche un gran ‘solteros contra casados’, y nunca me percaté?
Parece difícil entender, para algunos, que, a veces, uno va a bailar para bailar, o a un bar para tomar algo. Punto. Suena casi hereje. Dicen que lo que nos molesta del otro son en realidad cosas nuestras reflejadas. Quizás lo que les choca a los que están en pareja sea el recuerdo de sus propias épocas de soltería, de las fiestas, las borracheras, la libertad, bah. Y tengo que asumir que cuando veo una parejita, extraño despertarme los domingos a la mañana con mimos en el pelo. No podría decir cuál de las dos es mejor, por eso sigo alternando períodos, por eso sigo creyendo. Por eso sigo saliendo.
Carito 27.11.05